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Indice
Confesiones
intimas de los Personajes imaginarios de la obra: El violín de una
cortesana chilena.
Patrona
8-11 Teresa
12-16 Dionisia
17-19 El violin de una cortesana chilena 20-101
La patrona
Ella lo mira con curiosidad, deseaba también irse de ahí. Lo vuelve a
besar, él se tira sobre ella y los movimientos acompasados de sus vientres
febriles acompañan el movimiento de las olas sobre esa playa testigo. Teresa Tenía diez
y ocho años, llevaba pocos meses en la universidad, tenía talento
para la música y una vida que se puede considerar tranquila. Mi madre se había
casado demasiado joven y enseguida se convirtió en objeto casero, una mujer sin
otra cosa que esperar a mi padre y abrirse de piernas: Soy hija única. Vivían
para mi y estaban dispuestos a lo que fuera para darme una carrera. Mi padre un
buen esposo, muy trabajador, comprometido con el hogar y amante de la moral,
pero carecía de algo elemental para mi pobre madre: Pasión en el sexo. Mi
padre se conformaba con muy poco,
y hacia el amor una vez al mes. Teníamos una casita pequeña en el
centro de Santiago. Ambos trabajaban, así que no pasábamos penurias, pero
tampoco nadábamos en el oro. Mi padre vivía pendiente del deporte y se
olvidaba de mi vieja. Esta
era una de las cosas que odiaba mi madrecita. Ella, en silencio, ajustaba
nuestras ropas, pero planeaba algo. No podía morir sin haber vivido otras
experiencias... porque para mi buen
padre el sexo fue algo muy innecesario.
Mi madre, bella mujer, era pasional al máximo, pero pocas veces había podido
demostrárselo a mi padre. Sé que ella nunca sintió que estallara mi padre en
la locura del orgasmo. Un
día la acompañé al centro y tomamos la metro. Iba repleto. Ella me pidió que
me sentará en el asiento libre y se quedó de pies. Conversaba conmigo cuando sintió una leve presión en su
espalda. Yo la vi preocupada y
levanté mi vista y vi un muchacho que presionaba contra mi
joven madre.
Qué
podía hacer? Ofrecer el asiento a mi madre y tomar su lugar.
¡No! ¡No era una buena idea! Pobre vieja no podía ni moverse de allí
aferrándose más y más a mis hombros, para poder despegar su espalda del pecho
de aquel muchacho. Cada paso que daba mi madre para alejarse del joven, dos daba
él para acercarse. Mi
madre me hablaba de mil cosas que yo no comprendía, tratando de alejar sus
pensamientos de ese muchacho atrevido que la estaba excitando. Comprendía el
calor y el hormigueo que la estaba torturando. Por un instante leía en su
mirada que me pedía que yo bajara de la metro para poder ella seguir viviendo
en esa marea creciente que se había apoderado de su letargo. Nunca había
sentido algo parecido. El atrevido llegó a besarla hasta el cuello y muy leve
comenzó a sentir mi madre al muchacho que se refregaba sensualmente contra ella. Mi
madre, prisionera de un fuego desconocido no me vio... ni escuchó lo que le
dije... ella tenía los ojos
entrecerrados, su respiración agitada por la situación y por la excitación
que le hinchaba hasta las entrañas.
Ese muchacho levantó la falda a mi madre y su mano acarició lo que mi padre
había dejado abandonado. Mi
madre sentía que se mareaba levemente, pero ahora ya no podía intervenir... y
bajé sola de la metro. Mi
vieja, con su boca seca, bajó de la metro y, de la mano del muchacho, se fue a
un hotel. Nunca había tenido un vientre tan duro... como si estuviera por dar a
la luz a una montaña. Yo
caminé mis cuadras hasta mi casa... confundida, tratando de comprender lo que
había hecho... pensando en mi padre... Llegué a mi casa... y me metí a la
tina... Abrí la llave del agua y me metí desnuda. Dejé que el agua tibia
ahogara mi vida... y pensando en el muchacho... me sentí excitada... Nunca me
había masturbado... mis manos entre mis piernas... Me dejé llevar por lo
desconocido. Todo fue intenso... y deseaba tener al muchacho que había llevado
lejos de su racionalidad a mi madre. La espuma se mezcló con mis flujos. Mi
padre... miraba la tele. Mi madre
alcanzaba orgasmos de oro... yo, exhausta me enjuagaba mi alma. Los
meses pasaron y me encontré con el muchacho de la metro dentro de la metro. A
los pocos minutos sentí su pecho en mi espalda.
Esta vez pude sentir su fuerza, su aliento y su fuego. Tenía aire de
lobo salvaje y eso me excitaba. Volvió a repetir
lo que hizo con mi madre y yo deje que continuara con su acoso, con su
particular forma de de robarnos el alma. Esta vez sus manos se deslizaron por el
costado de mi falda y sus dedos largos encadenaron mi vientre. Yo me había
humedecido completamente. Como
si estuviéramos en una cama me giro y la multitud
lejana, pendiente de otros problemas, no se daba cuenta que ese muchacho
me estaba bajando mis paños menores y violaba mi intimidad. Nunca
había tenido un sexo tan pasional en una metro. El muchacho, de sexo salvaje,
excitaba hasta el fierro si lo deseaba. Sus manos me aplastaron contra un tubo y
apretando mis caderas con sus muslos, ya que era alto y
delgado, empezó a robarme el alma. En
menos de dos segundos sentí su espina en mi corazón. Pensé que ya comenzaba
mi vida... de puta. La
metro siempre más repleta.... y yo, semi desnuda con mi pecho sobre
su pecho, me sujetaba de sus espaldas y él, abandonado a su locura... había
conseguido apropiarse de toda mi vida. Fue
algo que nunca habría hecho... y al llegar al terminar de la metro lo abandoné
sin un beso o un lamento... Mi
madre y yo nos compartimos el secreto... ella tuvo su amante... o amantes... y
yo en la universidad terminaba mis estudios y me seducía a cada hombre que me
gustara. Con mi llegada a Suiza había contado con esa posibilidad en
caso que no encontrase un trabajo normal. Me hice la idea de un salón de
masajes porque sabía que el
trabajo de puta se hace con lamentos mordidas y lamidos... Dionisia Hacía un par de meses que me habían puesto una
argolla, después de un aborto cuyo feto era hijo de mi padre.
Era menor de edad... Visto que mi padre ya estaba en la cárcel, por el
homicidio de mi madre, y yo embarazada por sus continuas violaciones, se acordó
por una ley...de hacerme ese aborto. Me
tocaba control con la ginecóloga del CENTRO DE MATERNIDAD Y DIAGNOSTICO S. DE
R. L. DE C.V. Honduras para ver cómo seguía de la misma. La relación con mi ginecóloga
siempre había sido especial, pues desde el principio me había dado
cuenta que no le gustaba. Su ayudante, un muchacho tímido... me parecía un
hombre interesante y tenía para mi ese atractivo de moralismo.
En aquella ocasión de mi control la ginecóloga
se encontraba en una reunión. Al llegar a la consulta sólo estaba su ayudante,
por lo que supuse que él me controlaría. Mientras esperaba a que llegara mi
turno se me ocurrió entrar a una sala y desvestirme. Al cabo de un rato de estar sola en una camilla,
llegó el ayudante y me indicó que podía seguir ahí. Comenzó con lo típico,
preguntándome cómo estaba, si había tenido relaciones sexuales o
si sentía alguna molestia, etc., una vez que hubo terminado con su
interrogación, le dije: "Pues verás, yo soy una mujer joven y
sexualmente horrorizada”. Se sentó a mi lado y me contestó: "No debes temer, quiero decir, que no tienes
más riesgo que el que tienes sin la argolla, es decir..., ummm, digo... puedes
practicar sexo hasta conmigo”. Mientras me iba contestando, observé que su
mirada, me observaba con mucho interés y todo me quedó claro. Yo esperaba que me tocara, cosa que sucedió.
Sin decir nada, se desnudó, y, cuando estuvo
completamente desnudo, me abrazó y al oído me dijo: "Quieres que sea yo
tu terapéutico del sexo" "Pues si mijo, si me encantaría contigo. No terminé de hablar cuando me apretó contra si, besándome en la boca. Me violó,
o no sé si yo lo violé. Mientras
seguía tocándome todo el cuerpo besándome
el pecho, le dije que si quería de
verdad mi sexo debía pagarme. "Te pago lo que deseas, me dijo". Tumbada como una muerta sentí que se acostaba
sobre mi. Cuando
empecé a gemir (disimulando ese gusto
que vi en tantos films eróticos), su boca, que hasta entonces se había
dedicado a besar mis pezones,empezó
a morder como un verdadero animal. No
pude llegar ha un orgasmo... Al parecer quedé impotente o el terror... no sé...
me llevó a no sentir nada. Desde aquel día buscaba el hombre que me hiciera
feliz... Llegué a Suiza por pura casualidad... ya que iba a Suecia... y una niña
del salón me convenció de trabajar mejor en Basel.
Al ayudante de la ginecóloga lo veía tres veces a la semana... y con su
dinero... pude pagar mi pasaje y convertirme en puta internacional.
Por publicarse... |