POETA INVITADA
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Los espero.

Godoy

 

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Presentación de la poeta Argentina, María Cristina Rodriguez

Nací en Concordia, vivo en Santa Fe (Argentina). Soy Profesora de Filosofía. Gusto de la lectura y de la escritura. Soy más poeta que cuentista, la filosofía y la literatura me iluminan cuando debo caminar decalza sobre el desierto ardiente de la vida.

Correo electronino: profmcrodriguez@hotmail.com

 

***

La piel de una mujer (cuento)

Ahí viene, tiene el tamaño de lo que ocupa espacio inútilmente, los pasos se sienten, pesados y sordos como bolas de cemento golpeadas en forma mecánica sobre el pasillo de mosaicos. Ella no escucha, vive la presencia en una alarma biológica mil veces entrenada. El sonido penetra por las plantas de sus pies, sube por las piernas, vulnera las rodillas, asciende por los muslos, hace una breve estadía en la ingle dejando un cosquilleo amenazante y se detiene definitivamente en el estómago indefenso. Ese es el momento en el que en un esfuerzo por ignorar sus profecías corporales, enfrenta el rostro próximo.
No hay en su cara un gesto huidizo, abre los ojos ante la mirada despectiva del otro, las vísceras se le endurecen, pero ella permanece en la única actitud de defensa que aprendió. La mirada atenta, el silencio y una fingida indiferencia.
...ordena pacientemente los platos, de la boca del otro sale un aluvión de palabras hirientes y burlonas, la mano acusadora la señala mientras ella corta el pan sobre la tabla. La piel permeable deja ingresar los gritos que hacen eco en el pecho, el corazón late aceleradamente, la cabeza permanece controlada bajo una negación intuitivamente sabia y un ligero temblor de las manos se refugia en el interior del repasador.
Ella no se preocupa por las palabras, a fuerza de oír siempre lo mismo ha kquedado sorda, le duelen los ruidos en su cuerpo que se ha vuelto tan sensible como una caja de resonancia. La habitación se llena de adjetivos y verbos que van y vienen, suben y bajan, entran y salen como pasajeros rutinarios de una estación sombría. El monólogo se repite como el de un actor mediocre que no ensaya palabras nuevas y trata de mantenerse en escena a través de la sobreactuación.
...sirve la comida... comen sin hablar... siente el alivio de las palabras silenciadas por la masticación y el choque de los cubiertos en los platos. Ya no hay lugar para los gritos, ella sabe de la bronca contenida en el otro, ella conoce de sí misma la intencionalidad de su mudez, ella sabe que su inacción acaba siendo la muerte de la explosión violenta.
...levanta los platos, lava con lentitud cada objeto, el agua tibia que sale de la canilla acaricia las manos enfriadas por la inercia circunstancial de la sangre, cuidadosamente guarda las cosas, se saca el delantal.
...en el baño se limpia la boca con detenimiento, se mira en el espejo, la privacidad del lugar desnuda su cara, los párpados caídos, los labios rígidamente apretados como frontera infranqueable entre dos mundos ajenos y un desierto de goces instalado en la piel.
...se dirige al dormitorio, apenas roza el piso al caminar, abre las sábanas, se acuesta, él también lo hace y cuando la piel de la espalda de ella se estremece levemente ante el ronquido del otro, se levanta. En la cocina enciende la luz y, mientras se prepara un té, saborea los sonidos apenas audibles de la noche.

 

Poesías

Sincretismo ocre

Y los otros venían
y los otros se iban
se iban y venían.
Y los unos miraban
y los unos miraban
los barcos, las llegadas,
las cruces, las espadas
y las nuevas moradas.
Y los otros venían
y los unos morían
entre dioses vencidos
por palabras extrañas
y ojos enceguecidos
de ecplipses de piel blanca.
Y los unos miraban
de la selva, ya nada
la montaña, oro y vientre
sin lástima, castrada.
Y los unos quedaron
desnudeces oscuras,
vergüenza de la estirpe,
un puñado de bestias,
sin tierra y sin lengua,
sin dioses, sin historia,
sin mitos, sin leyendas,
un sincretismo ocre,
hasta el alma expropiada.

**


Dolor

 

Dolor, de mil surcos en la cara

dolor en el pelo despeinado

dolor en el jardín sin agua

dolor en las tazas mal lavadas

dolor en el polvo de los muebles

dolor en las ventanas cerradas

dolor de sonrisas extirpadas

dolor de las noches en vigilia

dolor de las mañanas somnolientas

dolor de comensales silenciosos

dolor de lágrimas bebidas a escondidas

dolor de ojos secos, mentirosos

dolor del destierro de la risa

dolor de las palabras silenciadas

dolor tuyo, mío, dolor nuestro

dolor del desencuentro.

  **

  Desarraigo

 

El olvido me bebe la sal de la memoria

y me hace andar desnuda por la calle

la piel expuesta con raíces dormidas

de tanta voluntad de pasos nuevos

entre muros ajenos y miradas distintas.

pies apoyados tristemente en el aire

se aferran a sí mismos y padecen

la larga pena de haber perdido el ancla.

El olfato indefenso reclama aromas tibios

y mientras

en la noche se fugan los olores amigos,

las ausencias renacen en el asfalto frío

entre follajes de fantasmas y delirios.

El olvido me bebe la sal de la memoria

de otros días, la melancólica sombra

se evanesce, fugitiva, en silencio,

pudorosa

(un entierro de cosas conocidas)

y este corazón que se hace escudo

cuando brota el manantial de la nostalgia

porque es preciso esconder las heridas

adormecer el deseo

y al final, sobrevivir en el exilio. 

  **

 

(Sin titulo)

Un niño que trabaja, un obrero que aprende a escribir mamá.

Una casa bella, una mujer reciclada.

Un perro filósofo, un hombre en cuatro patas.

Un cuchillo parlante, una lengua filosa.

Una historia sin muertos, un muerto sin historia.

Un abeto reumático, un viejo verde.

Un chiquero con ministros, una democracia con cerdos.